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Aventura y viajes

Surfear con el Sol de Medianoche en Hoddevik

No siempre puedes conseguir lo que quieres, pero si a veces lo intentas, consigues lo que necesitas.

19/07/2013
Zach Paley
Hoddevik hace que hasta el más tranquilo de los pueblos surferos parezca una bulliciosa metrópolis. Con una población de 19 habitantes, cuya mayor concentración se encuentra en Stad Surfing, nos encontramos en uno de los lugares más tranquilos y relajantes imaginables.

Hoddevik hace que hasta el más tranquilo de los pueblos surferos parezca una bulliciosa metrópolis. Con una población de 19 habitantes, cuya mayor concentración se encuentra en Stad Surfing, nos encontramos en uno de los lugares más tranquilos y relajantes que se puedan imaginar.

La ciudad de Hoddevik es el lugar ideal para practicar surf.

Hoddevik es el primer lugar en el que he estado que le hace competencia a mi lugar de veraneo. Definitivamente volveré a visitar esta playa.

Si me hubieras dicho que iba a surfear en Noruega cuando me presenté a finales de marzo, me habría reído groseramente en tu cara. La idea parecía demasiado descabellada. Incluso mientras me ponía el traje de neopreno, me sentía escéptico de que esto estuviera ocurriendo realmente.

Al levantarme en la primera ola fue cuando todo se juntó. Me encanta cuando me encuentro en una situación inesperada y las cosas se juntan al azar.

Coger olas tuvo su precio. Tareas como fregar los platos por la noche, y escribir nuevas entradas en el blog, (algo que por fin tuve tiempo de hacer mientras estuve aquí) fueron intensamente laboriosas gracias a los brazos doloridos y los cuerpos trabajados por las olas agitadas.

A veces el mar da, y a veces quita. Había perdido un guante en el segundo viaje a Vulkana, y mi objetivo zoom al aire salado del océano mientras esquiaba nieve polvo a medianoche. El mar compensaba lo arrebatado regalándonos unos días memorables surfeando en un lugar increíblemente estético. Considero que usar un objetivo zoom es mi punto fuerte, y eso que no soy muy surfista. Me encontré fuera de mi zona de confort tanto en el océano como detrás de la cámara. A veces el cambio se produce porque lo deseamos, a veces nos viene impuesto. Así es la vida.

Hablando de cosas que nos imponen a la fuerza, recuerdo con nitidez la alegría que me producían las olas. Esa maravillosa sensación de asomarse por encima de la turbia superficie del agua para ver otro amenazador muro de furia espumosa que se derrumba, contigo en el punto de mira, es única, y no maravillosa.

Este invierno tuve la suerte de recordar un consejo de un buen amigo: "Mantén la calma, y deja que la ola te lleve donde pueda". Es una paráfrasis, pero la idea está ahí. Rebotando en el fondo rocoso del océano pasé de ser paralizantemente aterrador a flotar pacíficamente entre las aguas embravecidas... casi. Cuando arriba, abajo, izquierda, derecha son inconcebibles, el estado zen que uno puede encontrar mientras se mantiene bajo el agua se parece al que encontré cuando acampaba. Tal vez fuera la falta de oxígeno, pero al cuarto día ya estaba enganchado.

Nota

Este artículo ha sido traducido automáticamente con DeepL y posteriormente editado. Si, a pesar de ello, detectáis errores ortográficos o gramaticales, o si la traducción ha perdido sentido, no dudéis en enviar un correo electrónico a la redacción.

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