Zach Paley, un esquiador apasionado durante todo el año, ya ha pasado su segunda primavera en Noruega y al menos parte de ella en el barco de esquí de travesía Vulkana. Pensión, alojamiento y nieve polvo a cambio de ayudar con la asistencia a los huéspedes y a bordo. Al menos Zach piensa que es un trato que vale la pena para todos...
Sabía que ocuparía un lugar especial en mi corazón desde la primera vez que subí a bordo. Me ha traído un diluvio de recuerdos increíbles, risas, comida, curvas y momentos con gente realmente buena. Rusos que bebían tanto vodka como para ahogar peces, alemanes que nunca habían oído el término "vagabundo esquiador", noruegos, austriacos, suizos y todos los demás disfrutaron de su tiempo a bordo. Los grupos se unían a través del lenguaje universal de los buenos días de esquí, y vivíamos experiencias increíbles cada vez que salíamos de Tromso.
La Vulkana ha sido una puerta de entrada a algo un poco más que el esquí. No soy buceador ni un avezado hombre de mar, pero el océano, al igual que la montaña, siempre ha sido una fuente de intriga para mí. Es un reino inmenso e incomprendido que, en el mejor de los casos, podemos visitar brevemente. Hay una alegría en explorar algo que, al menos para mí, lo pone todo en perspectiva. El tiempo que paso entre gigantes sin distracciones insignificantes me recuerda lo insignificantes que somos. Lo benigna que puede ser la naturaleza caótica y "exigente" de la vida en otros lugares.
Mi tiempo en este barco ha sido de todo, desde relajante a agotador. De alegre a frustrante. Terapéutico a estresante. No renunciaría ni a un segundo. Estoy orgulloso de decir que tengo experiencia trabajando en este barco. Estoy deseando volver el año que viene.
