Se acercan las vacaciones de Navidad y es hora de poner los esquís a punto, porque se acerca la mejor época del año: el tiempo en la montaña. Mientras otros hornean galletas o envuelven regalos, nosotros convertimos nuestro jardín en una tienda de esquís improvisada. Y lo mejor de todo: no se necesita un banco de trabajo profesional ni costosos accesorios especiales. Solo hace falta un poco de creatividad, algo de motivación y, a ser posible, unos cuantos amigos a los que les apetezca una pequeña «sesión de taller de esquí».
Un amigo mío me invitó recientemente a hacer precisamente eso y por fin tuve una razón para superar mi pereza. La gente siempre habla de llevar los esquís al taller, pero por alguna razón rara vez encuentra el tiempo para hacerlo. Hasta que alguien da el primer paso y dice: “¡Ven, hoy vamos a encerar los esquís!”. Entonces, de repente, la cosa se pone seria, divertida y sorprendentemente sencilla.
Y para todos aquellos que piensan que para esto se necesita un banco de trabajo de esquí de alta gama: ¡se acabaron las excusas! Nuestro taller de esquí en el jardín consistía en dos (en realidad tres) europalés, un poste de 1,5 metros de largo y dos abrazaderas de tornillo, nada más. En pocos minutos, la estructura era lo suficientemente estable como para sujetar todos los esquís y todas las tablas sin tener que preocuparse de que se cayera al primer empujón.
Se sujetaron unas cuantas lámparas al andamio, se tendió un cable alargador por el suelo y el ambiente de nuestro taller al aire libre era casi romántico: luces cálidas, aire frío, olor a cera caliente y humeante vino caliente en la mano.