El mundo se está ahogando en basura, literalmente y también en sentido figurado. Obviamente, esto se debe principalmente a los textiles y otros residuos, pero hay un montón de esquís, tablas, botas, cascos y bastones por ahí que eventualmente terminan en un vertedero o incineradora. O si tienen suerte: como banco de bricolaje en algún piso compartido de skibums.
Según el Proyecto WINTRUST, sólo en Austria se vendieron en los últimos cinco años la friolera de 1,8 millones de pares de esquís y botas de esquí, 2,3 millones de pares de bastones y 1,4 millones de cascos. Esto es suficiente para equipar a todos los visitantes de la estación de San Antón el próximo invierno. Si añadimos el material vendido en el resto de Europa y en otros grandes mercados, como América y Asia, vendido durante periodos más largos, acabamos teniendo cantidades ingentes de material. En el sistema actual, la mayoría de ellos acaban tirados una vez que han triturado su último fragmento, aunque existen opciones para prolongar la vida útil de los productos y los materiales individuales.
Economía circular: ¿una solución circular a nuestros problemas de basura?
"Reducir, reutilizar, reciclar", las tres erres básicas de la economía circular que todo el mundo conoce. Sin embargo, la economía circular es mucho más que esas tres "R"; incluso podríamos llegar hasta 9 "R" si nos sentimos aventureros. En pocas palabras, la economía circular es una alternativa a nuestra actual economía lineal de "tomar-hacer-desperdiciar", en la que los recursos se utilizan para fabricar productos que, al final de su vida útil, se tiran a la basura. Un modelo circular de fabricar-utilizar-renovar pretende eliminar los residuos y la contaminación, hacer circular los productos y materiales y, por último, pero no por ello menos importante, regenerar la naturaleza. Todo esto es muy importante, ya que el creciente uso de recursos es el principal motor de la triple crisis planetaria: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.