Buscando pareja
No hace falta hablar mucho de la temperatura del aire y su influencia directa en la temperatura de la nieve y por tanto en las propiedades de la misma. De hecho. Todos sabemos que la formación y transformación de la nieve depende mucho de la temperatura del aire. Que con las gotitas sobreenfriadas, los núcleos de cristalización en la nube o el gradiente de temperatura en el suelo, etc.
Sin embargo, detrás del supuestamente dominante novio llamado "temperatura" hay mucho que deberíamos saber más allá: La nieve puede estar a 0°C "caliente" cuando cae del cielo, pero también puede estar a -30°C "fría". En ambos casos, es relativamente "caliente". ¿Por qué? A 0°C, la nieve se derrite y pasa a la fase líquida. Por eso nunca está lejos de su punto de fusión. Y la nieve mucho más fría prácticamente nunca cae al suelo en nuestra zona, o apenas se enfría una vez que ya está en el suelo. Los materiales que están justo por debajo de su punto de fusión son muy versátiles.
¿Qué significa esto? Comparemos la nieve con un trozo de acero: con un punto de fusión de unos 1.400°C, el acero empieza a brillar en torno a los 600°C. A 1.300°C, brilla y reluce y, para un observador al que no afecten las negociaciones salariales de los metalúrgicos austriacos, parece estar a punto de explotar. El recocido modifica las propiedades del acero. Por ello, el recocido se utiliza específicamente para procesarlo. Es lo que se denomina "recocido de recristalización". Este término nos muestra la analogía con la nieve: a temperaturas justo por debajo del punto de fusión, se producen muchos más cambios que a temperaturas muy por debajo. La nieve que está a -20°C de frío, o -como suele ocurrir en nuestro manto de nieve invernal- a sólo -6°C, está mega caliente en este sentido. Por eso, en un manto de nieve todo se transforma o recristaliza constantemente.
La forma en que se transforma depende del gradiente de temperatura, es decir, de la diferencia de temperatura entre los distintos cristales de nieve. Si la diferencia de temperatura es grande, el vapor de agua migra de la parte cálida a la fría y se congela allí de tal manera que forma cristales, que luego conocemos como capas débiles. Si la diferencia de temperatura es pequeña o los cristales están a la misma temperatura, se hacen cada vez más pequeños y redondeados: la nieve se vuelve más firme y se asienta más rápidamente. Si la temperatura es tan alta que incluso se derrite y luego se vuelve a congelar, encontramos otras formas de cristales. Nuestro novio, la temperatura del aire, influye constantemente en este proceso: durante la formación de la nieve en la nube y después en el manto de nieve existente y en su superficie, que está en constante intercambio de calor con la temperatura del aire.