Dan Caruso

Fue hace 20 años, pero Martin aún recuerda con nitidez sus primeras vacaciones de esquí con sus padres. Sólo tenía cinco años y el viaje de cinco horas hasta la estación de esquí, en el centro de Suecia, fue largo. Martin recuerda la alegría de la nieve al caer, el viento frío en la cara y el sonido de sus esquís sobre la pista helada. Esta experiencia probablemente esté grabada en la memoria de muchos niños, pero sólo para unos pocos la simple alegría de esquiar alcanza este vertiginoso nivel de emoción.

Los Grisones se encuentran en el extremo sureste de Suiza y son el cantón más extenso, pero también el menos poblado. Matemáticamente hablando, debería haber espacio suficiente para infinitas zonas de nieve fresca sin pisar. En la práctica, los Grisones tienen acceso a un total de 45 estaciones de esquí. Esto significa que algunas están prácticamente extinguidas. Otras, en cambio, especialmente las más conocidas en los círculos del freeride, están abarrotadas y llenas de bullicio. Sea cual sea su escenario favorito, en los Grisones hay algo para todos los gustos...

A sólo una hora de la metrópoli de Grenoble, en La Grave, la joya oculta de los Alpes, todos pasamos buenos momentos el sábado pasado. Este rústico pueblecito, situado a la sombra del macizo de La Mieje y puerta de entrada al Parque de los Ecrins, alberga algunos de los terrenos esquiables más salvajes y desafiantes del planeta. El 20 de diciembre, el Téléphérique de la TGM abrió sus puertas a un público entusiasmado con el esquí de travesía, y la temporada ha empezado con buen pie.

Llevamos seis largos días sentados en una autocaravana viendo caer cantidades ingentes de nieve. Aquí en el valle se acumulan casi dos metros y no hay forma de saber cuánta ha caído en las montañas de arriba. Vemos DVD, bebemos whisky enfriado con hielo glaciar y sólo esperamos a que los cielos azules vuelvan al Chugash.