La última semana en Las Lenas ha sido un sueño.
Esquiar en un sopor eufórico y cansado me ha dejado preguntándome si realmente está pasando algo. Los días son largos, las vueltas más largas y la fiesta por la noche igual de épica. Una vez concluido el festín que la última tormenta sirvió en la Silla de Marte, llegó el momento de aventurarse más lejos, y en el reino del tipo de montañas de las que están hechos los sueños. Alineados como orgullosos soldados detrás de la estación, a la vista desde la cima están el Cerro Martín, Entre Río y Torrecillas. Son escarpadas y abultadas, con altas agujas de granito que definen toboganes y espinas que hacen la boca agua.
Torrecillas fue nuestro primer objetivo.
Se alza en la cabecera del valle, a la vista desde el pueblo, y llama a ser explorada y esquiada. La cima es una torre macilenta que da paso a espinas escarpadas y toboganes en embudo que te escupen en el fondo de la cuenca, donde la nieve está protegida y conservada mucho después de que el sol y el viento hayan hecho de las suyas con los picos circundantes. Nos desviamos de la pista del gato y pasamos por debajo del Cerro Martín y Entre Río hasta la ladera que debíamos ascender para acceder a la cresta que te devuelve al circo de Torrecillas. El viento había soplado con fuerza, arrancando los 1,5 metros de nieve de la semana pasada de los picos y crestas. La silla de montar por encima era una pila de esquisto e hizo para caminar easy.