¡La nieve es sólo agua helada y siempre hay sitio para una cerveza! Fiel a este lema algo modificado, nuestro guía de montaña y guía turístico Bernd Rathmayr nos adentró en las maravillosas profundidades y al mismo tiempo alturas del paisaje de los fiordos escandinavos.
Semana de esquí de travesía en velero en Ålesund (Noruega) del 5 al 12 de abril de 2008.
El viaje
"A quien madruga Dios le ayuda", intentamos convencernos todos cuando sonó el despertador entre las tres y media y las cuatro y media de la madrugada del sábado 5 de abril de 2008. Quién nos iba a decir que salía un tren de Berna a Zúrich a las 4.22 de la mañana. Tres vuelos más tarde, a primera hora de la tarde, nos encontrábamos en Ålesund, una pequeña ciudad costera a algo menos de 400 kilómetros al noroeste de Oslo. Resultados preliminares del vuelo: Menos una pieza de equipaje, incluidos esquís y bastones.
Después de una búsqueda del tesoro bajo la lluvia, por fin encontramos nuestro barco. Al verlo, se nos levantó el ánimo. ¿Un barco de pesca? Ni mucho menos. Incluso en Montecarlo, nuestro hogar temporal probablemente no habría atraído ninguna atención negativa. Tras unas pocas instrucciones de Andrés, nuestro patrón/cocinero, soltamos amarras y nos dirigimos hacia Hjorundfjord y sus profundas bifurcaciones: Storfjord y Norangsfjord respectivamente. Iban a ser nuestro patio de recreo durante la semana siguiente. Ahora sí que habían empezado nuestras vacaciones. Por el camino, disfrutamos de nuestra primera comida preparada por Andrés. Después de tres o cuatro horas de viaje, atracamos en Urke -en la orilla norte del Norangsfjord- y pasamos allí nuestra primera noche en el barco.
Día 1
A la mañana siguiente, todo el mundo alabó una noche de sueño perfecto y se maravilló ante el paisaje cubierto por una fina capa de nieve fresca. Mientras un desafortunado miembro de nuestro grupo seguía esperando su equipaje, nos pusimos en marcha en dirección a Maudekollen, a 1021 metros sobre el nivel del mar. Nos sorprendió que la línea de árboles aquí estuviera por debajo de los 500 metros y que ya hubiera un metro de nieve a esta altitud. Una vez arriba, disfrutamos por primera vez de las vistas, de las que no nos habíamos cansado en toda la semana. Todo blanco en la cima, igual que aquí a 3.000 metros, con una estrecha franja verde muy por debajo y el agua oscura y misteriosamente reflectante del insondable Hjorundfjord. Probablemente ninguno de nosotros contará a sus nietos el descenso con luz difusa. En los días siguientes viviríamos algo completamente distinto. No obstante, todos éramos gente feliz cuando llegamos de vuelta a nuestro yate, donde ya nos esperaba una deliciosa comida y una cerveza fría.
Mientras continuábamos en nuestro velero hacia Storestandal (unos 20 habitantes), pudimos relajarnos de maravilla. Cuando atracamos, algunos de nosotros ya éramos aventureros de nuevo. Dimos un paseo por el valle y, al mismo tiempo, exploramos el inicio de la excursión de mañana, que nos llevaría hasta el Sylvkallen, de 1.310 metros de altura.
Texto: Richard Naef
