En primer lugar, me gustaría explicar brevemente la diferencia entre transformación degradativa y mecánica. En ambos casos, los cristales se hacen más pequeños, se acercan entre sí y se forma una capa de nieve ligada. Sin embargo, el proceso que conduce a este punto es diferente: tanto la transformación degradativa como la constructiva tienen lugar dentro de la capa de nieve. Se trata, pues, de los cristales que ya están en el suelo. Los procesos de transformación dependen de la temperatura, el vapor de agua, la presión, etc. Puedes encontrar una descripción detallada de la metamorfosis degradativa y constructiva en Ráfagas de nieve nº 6 2019/20. La transformación mecánica, por su parte, está causada por influencias externas, especialmente el viento. Se trata de un proceso de metamorfosis como los otros dos, pero más bien de una "destrucción" de los cristales de nieve.
Si no hay nada de viento, los cristales de nieve caen del cielo en su forma original, dendrítica (hexagonal) y sólo comienzan a transformarse una vez que han llegado al suelo. Si, por el contrario, nieva cuando hay viento, los cristales de nieve ya son arremolinados en el aire por el viento. Como consecuencia, chocan entre sí, se ramifican y vuelven a desprenderse. Las ramas pequeñas se rompen. Esto también puede ocurrir si chocan con un obstáculo duro. A medida que el cristal de nieve se arremolina, este proceso se repite varias veces, lo que provoca que el cristal se destruya cada vez más y adquiera una forma cada vez más pequeña y redondeada. Finalmente, los cristales se posan en el suelo o en la superficie de la nieve como una mezcla de granos redondos y espigas pequeñas y más grandes (fieltro).
La forma ahora pequeña y redondeada de los cristales les permite moverse cerca unos de otros y, por lo tanto, unirse bien entre sí. El resultado es una capa de nieve unida que reacciona fuertemente a la tensión y actúa muy bien como el "tablero" de una avalancha.