Las cosas irradian en un determinado rango de longitudes de onda en función de su temperatura. Más del 90% de la radiación solar tiene longitudes de onda entre 0,2 y 4 micrómetros, también conocidas como radiación de onda corta. Las mayores intensidades se alcanzan en el rango visible (~0,38 - 0,78 micrómetros). La tierra, las nubes y otros componentes de la atmósfera, en cambio, emiten radiación de onda larga debido a su menor temperatura, es decir, con longitudes de onda de alrededor de 4 a 100 micrómetros.
El balance de radiación de la superficie terrestre se compone de las respectivas radiaciones entrantes y salientes de onda corta y onda larga. La radiación solar se divide a su vez en radiación difusa y radiación directa. La radiación difusa sólo llega a la superficie terrestre tras ser reflejada o dispersada (por ejemplo, por las nubes). El albedo indica qué proporción de la radiación entrante es reflejada por la superficie. Depende principalmente del tipo de superficie y de la longitud de onda. La nieve fresca refleja casi por completo la radiación de onda corta, mientras que la radiación de onda larga es absorbida en gran medida.
A lo largo del año, la cantidad de radiación entrante cambia con la posición del sol: si el sol está bajo, la radiación incide en un ángulo muy oblicuo y se distribuye por una superficie mayor, de modo que llegan cantidades menores por unidad de superficie. Durante un tiempo este invierno, el informe sobre la situación de los aludes en el Tirol señalaba que las laderas planas orientadas al sur son a veces más fáciles de provocar que las empinadas, ya que estas últimas reciben más luz solar en pleno invierno debido al ángulo de incidencia más directo cuando el sol está bajo y la pendiente es pronunciada.