El camino que seguimos nos lleva por uno de los tramos más bonitos del viaje. En la cena, tenemos por primera vez un pequeño problema con los mosquitos.
La mañana siguiente comienza como cualquier otra con gachas de avena con unas nueces y dátiles. Seguido de un té de frutas. Luego continuamos cuesta arriba. Acompañamos a un ciclista durante un buen rato, pero se da cuenta de que somos más rápidos a pesar de la pendiente y de nuestro equipaje. Volvemos a encontrarnos por casualidad con la pareja de Chemnitz y dormimos cerca el uno del otro. Disfrutamos juntos de una charla tomando té. También hablamos brevemente de su estado de salud: la pareja de Chemnitz había vomitado la noche anterior. Una vez más, nos damos cuenta de que hemos salido bastante bien parados.
A la mañana siguiente, continuamos por el paisaje montañoso. Nos encontramos con una pareja de ciclistas de Kazajstán, pero nuestros intentos de charla resultan infructuosos. Más tarde, cruzamos varios arroyos. Yannic cree que puede hacer un caballito en uno de ellos. Sin embargo, acaba en el arroyo y nos tomamos un descanso para comer. Poco después, tres borrachos y una chica con su hermano se detienen junto a nosotros en su coche. Durante la siguiente media hora, los hombres nos molestan. Uno de los tres conoce cuatro ciudades de Alemania del Este y las repite sin parar. Antes de continuar nuestro viaje, tenemos que pelearnos durante 10 minutos por la copia del pasaporte de Yannic, que estaba tendida al sol para secarse. Al final, nos reconciliamos, ya que los cinco se llevan nuestra basura con ellos.