Por la tarde, en el fondo del valle, el enrojecimiento de la piel advierte de una exposición demasiado prolongada y elevada a los rayos UV, ¡a pesar de la crema solar con factor de protección 50! Por lo tanto, es aconsejable llevar un sombrero de ala ancha y ropa larga, independientemente del calor. También se recomiendan guantes de ciclismo como protección solar.
Por la noche, montamos nuestra tienda junto a un arroyo cerca de nómadas. Mientras preparamos la comida, varios chicos se nos acercan a caballo y nos dan una botella de kymes, una bebida muy extendida en Asia Central y comparable al kéfir, que suele elaborarse con leche de yegua. El proceso de fermentación produce un poco de alcohol, pero sobre todo dióxido de carbono. La bebida se prepara sobre un fuego humeante, lo que le da un sabor ahumado. Sin embargo, el sabor más penetrante es el de corral. Llenos de gratitud, tomamos unos sorbos de la botella de cola e intentamos no poner mala cara.
Los chicos traen a un adolescente que incluso habla un poco de inglés. Nos preguntan si queremos ir a su casa a tomar una taza de té. Los chicos son muy reservados. Por supuesto, queremos conocer a la gente. Así que, mientras dos de los chicos van en nuestras bicicletas, que son demasiado grandes, nos dirigimos al remolque de construcción donde los chicos viven con sus abuelos durante el verano. Nos dan una calurosa bienvenida y nos invitan a té, pan, mantequilla y mermelada. Intentamos aprender algunas palabras en kirguís o ruso. Nos cuentan que bastantes viajeros atraviesan el valle en bicicleta. La familia teme que se les considere antipáticos, ya que nadie pasa junto a su caravana. Supongo que simplemente se malinterpreta la reticencia de los viajeros. Tras el delicioso chai, volvemos a nuestra tienda. Poco después, nos obsequian con otra botella de Kymes... Esa noche, experimentamos por primera vez el incomprensible cielo estrellado.
A la mañana siguiente, tras nuestro pequeño desayuno de avena y leche en polvo, nos invitan de nuevo a tomar el té. Volvemos a reírnos mucho con la familia. Por cierto, el abuelo lleva dentadura postiza. Constantemente deja caer los incisivos superiores sobre el labio inferior y luego sopla con la boca abierta, ¡muy chulo!
Pronto volvemos a la carga. Fuera de la vista, volcamos las dos botellas de Kymes. Lo sentimos y en parte se debe a una mala comunicación, pero no se nos ocurrió la manera de devolver los regalos sin malentendidos. En los otros valles, los kirguises saben que el Kymes no sólo no sabe bien a los turistas, sino que casi siempre provoca diarrea.