Influencia del bosque en la estabilidad del manto nivoso
De hecho, el manto nivoso del bosque suele ser muy diferente del del terreno abierto circundante. Esta diferencia varía en función del tipo, la densidad, la edad y la composición del bosque.
Uno de los factores que más influyen es la interceptación de la nieve. Esto describe el efecto de las copas de los árboles, que recogen parte de la nieve mientras nieva. La nieve se sublima en los árboles -es decir, pasa directamente de estado sólido a gaseoso- o cae al suelo en forma de cúmulos de nieve o agua de deshielo. Debido a la interceptación de la nieve, la capa de nieve en el bosque suele ser menos gruesa y las capas están menos estructuradas. Las capas son más heterogéneas al romperse por la caída de la nieve. Dependiendo del tipo de bosque, la cantidad de nieve que cae sobre el suelo puede ser entre un 10 y un 50 % menor que en los terrenos vecinos desarbolados. Las coníferas de hoja perenne, como el pino silvestre, muy extendido en los Alpes, tienen una tasa de interceptación más elevada que los árboles de hoja caduca, que son escasos en invierno. En un bosque caducifolio poco cubierto, la estructura de la capa de nieve suele diferir muy poco de la del terreno abierto vecino.
Otro factor que influye en la capa de nieve es la densidad del bosque. Tanto si se trata de coníferas como de árboles caducifolios, los troncos pueden tener un efecto de soporte sobre la cubierta de nieve en ambos casos. Sin embargo, sólo se puede hablar de un efecto de soporte completo cuando la densidad de los árboles hace prácticamente imposible esquiar. Dependiendo de la inclinación de la pendiente, pueden ser necesarios hasta 1.000 troncos por hectárea para evitar avalanchas en el bosque.
Un bosque denso también actúa como barrera contra el viento. Esto significa que las derivas de nieve y, como resultado, las capas de nieve ligadas, también conocidas como nieve a la deriva, se producen con menos frecuencia. En los barrancos y hondonadas del bosque se acumula menos nieve que en las zonas sin bosque, debido a la interceptación de la nieve y a la menor deriva de la misma.
El microclima del bosque también influye en la estabilidad del manto nivoso. La sombra que proporcionan los árboles reduce el calentamiento de la capa de nieve a lo largo del día. La diferencia con respecto al aire libre puede ser de hasta cuatro grados. Al mismo tiempo, los árboles se calientan durante el día y liberan energía calorífica por la noche. Por tanto, la temperatura nocturna en el bosque puede ser hasta un grado más alta. Este microclima reduce la probabilidad de formación de escarcha superficial, una de las capas débiles más traicioneras.
En general, el bosque ofrece por tanto un gran potencial de condiciones estables. Su estructura aumenta la rugosidad del suelo y crea así resistencia al deslizamiento de la nieve cuesta abajo. No obstante, es importante ser consciente de que aquí también puede estar expuesto a todos los riesgos de avalancha y que debe comportarse en consecuencia. En determinadas circunstancias, el bosque puede incluso aumentar el riesgo de aludes.